domingo, 29 de julio de 2007

Yo, Superstar (¡faltaría más!)

¡Queridos hijos míos!

¡Alabados seáis y que mi Santísimo Padre os tenga en Su Gracia!

Su dichosa Gracia que tiene, que hoy me ha levantado el muy puñetero petando en mi oído derecho una bolsa de plástico, de esas que dan en las tiendas de chucherías, pero mil veces más grande y estruendorosa (¿existe esta palabra? Que uno sabe todos los idiomas que ha creado el Hombre y ya llega un punto en que me lío una barbaridad). Menudo un ataque de risa que le ha cogido al verme la cara de susto y recién levantado, con lagañas celestiales y demás cosas por el estilo. Yo soy de los que piensa aquí en el Reino de mi Padre, que si un Ser Humano le oyese reírse a carcajada limpia, hace las maletas y se hace cura/monje/monja (algo que mi Santo Padre no comparte... por eso de la dichosa castidad, y tal...).

El día de hoy ha molado, a pesar de cómo me ha levantado Papá: he jugado al billar con un par de ancianos que acababan de llegar (yo siempre soy bueno con los novatos; el que se pasa tres pueblos es George Washington, que es un bromista de cuidado y le toma el pelo a todo el que acaba de llegar), me he puesto a observar a y reírme de gente de El Vaticano, y luego he visto una película que me ha llegado al alma: Jesucristo Superstar.

Vamos a ver, el chaval que me interpreta, que mi Padre lo tenga en Su Gloria, no se me parece en nada. Yo NO ERA RUBIO, y no tenía cuatro pelos ahí de bigote y perilla (aunque luego, navegando por Internet, he visto una foto de este chiquillo, y casi me da un telele); tampoco llevaba esa horrible túnica blanca impoluta, que se mancha con solo mirarla. Además, yo canto y bailo mejor. Pero el caso es que me ha gustado mucho la peli, porque yo siempre había soñado con que mi vida fuese un musical, y hete aquí que voy al videoclub que montó Hitchcock hace unas décadas, a ver qué hay (porque no estoy muy puesto con el cine que digamos), y voy y encuentro la dichosa película donde se cuentan mis últimas horas en musical. ¡Absolutamente glorioso! Además, las canciones molan mucho, y eso de las flagelaciones a ritmo de Rock, me ha parecido todo un chachi puntazo (yo es que tengo sentido del humor, y me sé reír de mi propia vida y muerte).

El Espíritu Santo, ese ser con forma de paloma que en ocasiones nos cagamos en él porque precisamente él se caga en nosotros, me sopló que ahí abajo, en la Tierra, existen varias representaciones teatrales del musical creado por los hermanos Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, los cuales bendigo desde aquí en Lo Alto, con todo mi corazón.

Si tengo ocasión, y puedo bajar para allá para ver una de las representaciones, lo haré. De incógnito, claro, no vaya a ser que la gente me reconozca y ya se emocionen con mi Retorno... aunque si me teletransporto a los setenta, que todo el mundo iba muy Yo, pues a lo mejor paso desapercibido y todo (habría que ocultar las pedazo de agujeracos de mis manos y pies, claro). Pero no sé si mi Padre me dejaría manipular el espacio-tiempo... en fin, ya le preguntaré.

Y si no, pues me compro el DVD de la película, y Santas Pascuas.

Me despido de vosotros, mis queridos hijitos. ¡Daros por bendecidos!

2 comentarios:

Raquel dijo...

Vale acabo de recordar que ¡no he visto esta película! Ya la estoy poniendo a la (eterna) lista de películas pendientes.

Mathieu Saladin dijo...

Madre Santísima, acabo de descubrir este blog y he tenido una aparición mariana!!!!

Tengo que decirte, querido Jesusito que a mí también me gusto muchísimo esta versión musical sobre tu vida y que si nada lo impide, iré a ver lo que han hecho aquí en Madrid en Septiembre, que lo estrenan en versión cañí.

Un abrazo alado de un ángel caído